miércoles, enero 08, 2014

El Señor es mi pastor


Contra las ventanas de las casas vacías
vuela un pájaro mental y colorido,
los vidrios reflejan sus formas de ser
y los corazones dibujados sobre el aliento 
de una boca de la mañana de los vidrios
marcan la calle hasta la esquina de los muertos.
Y al cantar las plumas cambian de color
el presente en pasado, el futuro en presente;
la luz es distinta y también mi pensamiento
cuando voy sin casas que rodeen el camino,
paredes cerradas pintadas de amenazas.

El Señor es mi pastor
nada me faltará,
en pastos delicados 
Él me hará descansar,
junto a aguas tranquilas me conducirá,
confortará mi alma,
me guiará por la senda de justicia 
por amor a su Nombre,
todas las noches de alguna manera
en una escena simple.

Estoy solo,
en una soledad definida tan sólo por mi humanidad
pues los animales, las plantas y todos 
los espectros me acompañan;
vean, estoy, escucho 
música debajo del gran puente,
doy vueltas como una nota musical;
se me cae la piel, cae la carne, se me caen
los huesos y ya no queda nada para la fuerza
de gravedad;
en matrimonio con la nada, 
mi pobre belleza se derrite

y aunque vaya por las sombras del Valle de la muerte
no le temeré al mal
porque tu gracia está conmigo
y tu vara y tu bastón me protegerán.
Tú que preparaste un lugar en la mesa para mí
frente a mis adversarios;
Tú que untaste mi cabeza con aceite
y llenas mi copa,
con seguridad la bondad y la piedad me seguirán
todos los días de mi vida
y moraré en la casa del Señor
por siempre.

Mi nombre es Juan Diego,
soy un agujero de ceniza en el pasto,
paso el tiempo pensando,
a veces viendo en el brillo
a los pájaros que se demoran 
en su viaje a la nada;
mis piernas quedaron apartadas
en una capa de sal,
allí las quema el desaliento de la siesta, 
entre bichos y pobres diablos
hasta la noche cuando gotea el océano 
en un desmayo del cuerpo
carcomido por la niebla y las figuras
que se quedaron calladas.

Sombrita del fondo del mar,
del valle de la muerte, sombra,
como el cuervo: nunca más;
ahora es la hora derretida y vibrante,
eléctrica tu maravilla inyecta ritmos en las arterias
y el enamoramiento es universal;
almas bellas vestidas con prendas descosidas 
y caras desfiguradas que algún día 
se cortarán los ojos, 
se quemarán la bocas a propósito,
se arrancarán las orejas igual que el pintor 
pero conservarán las manos para escribir
lo que dice la piedra movediza,
la montaña crecida dentro,
la gran roca en el pecho horadada no por el agua 
sino por la misma sed,
aquella del hambre la expectativa,
la espera o más bien la manera de esperar,
¿qué espera?

El Señor es mi pastor
nada me faltará,
en pastos delicados 
Él me hará descansar,
junto a aguas tranquilas me conducirá
a través de nidos y radianes en banda, 
en la aceleración angular 
de las galerías vaginales, sin conciencia, 
como puros planos del orgasmo 
y el origen que la conversación 
y su conservación, 
que la romanización y su armonización, 
que el desamparador y su desparramo 
nos devuelve cuanto antes
al corazón de la especie.

Y aunque vaya por las sombras del Valle de la muerte
no le temeré al mal,
y aunque la casa se derrumbe sobre el tesoro miserable;
la sacudida violenta me cambie la carne
y de a poco me crezca una cola de golondrina;
levantaré vuelo encima de los monólogos 
y el tedio, sobre el museo, los artistas y el arte,
para perderme en una nube oscura y espesa.
La respiración me quitará el vocabulario 
pero no el habla, que se asomará de la garganta 
con el niño trepado al árbol.

Todos los días de mi vida
moraré en la casa del Señor
como un pájaro recién nacido que canta;
un pájaro hermoso que ignora lo que debe ser
y volará, como quizás lo veremos.
Porque el Señor es mi pastor
cuando brillan los relámpagos
y los truenos conmueven el departamento;
cuando quedan abajo los muebles y los huesos 
del viejo propietario; 
y el resto desaparece
en la boca de la tormenta eléctrica
que el Señor, en el Valle, sombra, muerte,
unta en mi cabeza con aceite.

1 comentario:

Anónimo dijo...

me conmueve fuerte.