viernes, diciembre 30, 2011

Lo que falta


De la oscuridad
que rodea la cama del niño
—como la negrura del campo al pueblo—,
la luz vital agazapada
bajo las frazadas por el temor
a los fantasmas,
ahora queda,
como un océano perdido,
el sonido de las olas sin las olas
en el corazón.

Es parecido al grito de un espíritu
devorado por los gatos en el techo,
parecido al llanto del recién nacido
que habla y no se entiende;
a las piedras en verano,
a las plantas en invierno.

Donde no hay nada, hay,
sin embargo.
Y lo que falta tiene sonido
—siempre se escucha
lo que no está—;
yo lo escucho,
y hace falta cierta mente;
dondequiera puede oírse,
Ludwing Van Beethoven
lamentándose;
como una bestia nerviosa,
un caballo en el corral
frente a la inmensidad del cielo
en la pre-tormenta.

En este ambiente donde vivo,
tan pequeño y tan blanco,
hay, sin embargo,
ladridos de perros de otros países,
conversaciones de gente
de otros siglos,
fotografías invertidas de La Tierra,
como si ésta fuera un espejo
puesto en el espacio
contra mi casa.

También golpea la lluvia
en la persiana baja;
cruje de nuevo la madera
de los muebles
como si aún estuviera viva
en su árbol natal de aquella selva.

Ahora corre
el agua de la canilla
lo que falta de la infancia
hasta caer por el desagüe,
y como la sangre en las venas,
debajo de la ciudad en tuberías,
va mi sangre y busca el río.

Lo que falta, tiene
el peso de todas las criaturas juntas
y se ha echado sobre mi cuerpo
durante los años luz que dura
esta única noche.

Ojalá
pudiera amanecer.

Pero lo que falta es lo que sobra:
tanto sol el que no está,
tanto día no aparece,
que entonces los muertos se entusiasman
y revelan sus figuras espectrales,
en la ropa sobre la silla,
en el ventilador de pie,
en los puntos rojos
de los aparatos electrónicos.

Lo que falta
embota los sentidos;
la vista, por ejemplo,
arde en bocanadas de humo
que el vacío fuma en una pipa;
estará fumando algo que es mío;
pienso no tan solo,
ya me parece oler mi carne,
mi piel, mi barro, mi calle,
incluso los cuerpos que no son míos
pero que han sido míos,
desnudos en las canciones
en modo repetición,
en modo petición.

Y lo que faltaba…
han llegado los vecinos
a golpear frenéticos la puerta,
gritan mi nombre, insultan,
creen, ilusos, que yo puedo
bajar esta música tan alta
que allegro ma non troppo,
un poco maestoso
en la cueva del oso,
scherzo: molto vivace,
cuando lo que falta, hace
un escándalo.

Porque lo que falta, aturde.

De la oscuridad
que rodea la cama del niño
como la negrura del campo
al pueblo. 



sábado, diciembre 24, 2011

Poema de Navidad

Vení,

tomate un colectivo para brindar con nosotros;

los chicos te esperan sentados en la puertas de sus casas,

como esperabas vos a tus tíos desde la hora de la siesta.

No te quedes solo nunca más.

Los vecinos quieren saber de vos,

dicen que andás perdido,

preguntan si sos el mismo de antes;

es obvio que no, les dije,

nadie es el mismo,

pero ellos responden que no han cambiado

y, pensándolo bien, es cierto,

ellos están siempre igual,

pareciera que no crecen,

sus caras me resultan eternas.

No se puede negar que

sus cuerpos envejecen y tienen arrugas,

pero yo estoy ciega y no puedo ver más

que lo que vi hace varias décadas,

te confieso que ya no sé

qué imagen tiene el día de hoy,

será por ver todos los ayeres progresivamente,

uno por uno sin darme cuenta del paso del tiempo.

Vos, en cambio, que te fuiste,

cuando volvés, podés comparar

una cosa con otra, esto y aquello, antes, ahora, después.

Entiendo que el lugar creció,

ya no es un pueblito donde todos nos conocemos;

pero ellos siguen igual,

mueren tan pendejos como hace cuarenta años,

porque su vida es juntarse en la esquina

y ver a sus hijos reproducir el mismo comportamiento,

y reír,

ver los cohetes iluminando el infinito

—no existe lugar en el mundo

donde tiren más cohetes que acá;

en la terraza del edificio 11

se ven los fuegos artificiales de tres Partidos—

donde vos, jugando al empresario, qué risa,

vendías galaxias en la barra de pibes

¿Te acordás cuando jugábamos a la guerra de las galaxias?

Hicimos un mapa estelar en toda la calle Giribone.

Como si fuera el TEG,

avanzábamos las piedras (naves espaciales)

de un cordón a otro,

entre las zanjas cósmicas,

y vos te calentaste

cuando te sacaron Orión, o Andrómeda,

y terminamos a los cascotazos luchando por el cielo;

y quedaron las estrellas estampadas en la casa de la Maico.

Veniiiií, no seas tonto,

compramos un pan dulce con muchas frutas como a vos te gusta,

el ananá fizz ya está en el freezer para que esté congelado como te gusta;

no sé cómo hacés,

en vez de tomar, masticás las bebidas.

Va a ser una linda noche, está fresquito;

Tus padres te extrañan, vení;

Capaz vienen tus primos, vení;

Tus sobrinos te adoran, vení.

¿Te cuento?

Hicieron un árbol con una rama,

le pusieron pelotas de papel y cinta bebé,

fósforos y velas de cumpleaños,

soldaditos pintados,

caramelos y recortes

de los chistes de los diarios.

Vení, dale, te lo quieren mostrar.

Y si llegás temprano,

por favor pasá por la misa.

Sé que a vos ya no te interesa,

te volviste medio ateo,

pero el cura quiere verte,

él leyó tus cuentos.

Vení a la Iglesia,

pasá a saludar,

que no te cuesta nada,

y que no se te ocurra

decir el chiste tonto

sobre tu última comunión

(la primera comunión).

Vení,

capaz hacemos baile en la calle

como en otras épocas,

cortamos Giribone con camiones,

y bailamos en Orión, Andrómeda,

las piedras y todas las galaxias.

Vení.