domingo, mayo 10, 2009

Tornillo eterno

"Cada mañana, paredes y puertas amanecieron empapeladas con afiches de las bandas. Los vecinos los despegaban y después rasqueteaban los engrudos, pero al otro día la pegatina volvía a aparecer. De a poco, entregaron las fachadas de sus casas. Fue lo primero que tomamos de las propiedades de nuestros padres. Pronto, escribiríamos en ellas con pintura en aerosol y entonces los muros bicolores se convertirían en murales atigrados de símbolos, declaraciones y graffitis. Pero la propaganda no acabó allí. Cuadrillas organizadas o espontáneas comenzaron a cruzar las fronteras al otro lado de la General Paz y en poco tiempo la música de nuestras veredas se exportó a la Capital. Cada uno llevaba en su mochila un aerosol para pintar paredes y baños, volantes para repartir a cualquiera, calcomanías para pegar en los subtes, trenes y colectivos. No quedaría coche sin la marca de las bandas, sobre todo de una, que, en sus años de gestación, convirtió a cada pibe del Barrio Piedrabuena en un militante. Cuando te acercabas a la parada y tocabas el timbre, podías leer sobre la fórmica:

VIEJAS LOCAS
Rock and Roll

En uno de aquellos colectivos viajamos a Aldo Bonzi el 1 de enero. En la esquina de José Alicó y Lino Lagos, nos bajamos todos los pasajeros del 91 y caminamos las tres o cuatro cuadras hasta la plaza. Era temprano pero ya había gente, banditas de adolescentes y jóvenes que, por acá y por allá, comían sándwiches, escabiaban y fumaban, esperando que empezara el Festival, a la sombra de los árboles. Acompañé a Chapa hasta atrás del escenario, para que diera el presente a los organizadores. Una chica lo buscó en la lista y le dijo que tocaba en sexto lugar, después de Baff y antes de Pocas Nueces.

—¿Cuántos micrófonos necesitás? —le preguntó.
—Uno solo, para la guitarra.
—¿Pero no vas a cantar? —se metió otro muchacho.
—Yo no canto, yo toco —contestó Chapa, cerrando el tema.

Los dos organizadores se miraron, poniendo caras. Un tercero se les acercó y les dijo algo al oído. Después lo saludó a Chapa.

—Bueno —dijo la chica—, quedate cerca.

Nos sentamos por ahí. De pronto, alguien nos encaró.

—Pibes —dijo con voz muy gruesa.

Levantamos la vista. Primero le vimos las botas tejanas y los pantalones de cuero bien apretados, después la campera negra llena de tachas y finalmente la cara. Nos sobresaltamos y nos pusimos de pie. La flamante Fender de Chapa cayó de punta en el pasto.

—Jaa —se rió el visitante—, ni que hubieran visto un fantasma.

No la podíamos creer. Frente a nosotros, solo, cruzado de brazos, una figura inconfundible que sólo habíamos visto por televisión, insistía en dirigirnos la palabra. Era Pappo en persona.

Estábamos mudos. Alrededor, otra gente empezó a acercarse y se corrió la bola, y aunque nadie osaba dirigirle la palabra, entre ellos murmuraban que el Carpo, que el mismísimo Carpo había venido a Aldo Bonzi.

—¿Cuál de ustedes dos es el Chapa?
—Él —dije yo—; yo —dijo él."


Rock Barrial (fragmento).

sólo una vuelta al tornillo eterno...

De noche

Abre el cuero y mete la mano en el interior pegajoso y caliente,
corre las vísceras, corre el hígado, los pulmones en busca del
músculo repetitivo que hasta hacía un rato titilaba el cursor
pero que ahora se ha tildado en su propia memoria virtual;
uno, dos, tres, cuatro, masajes cardíacos lo reviven,
boca a boca le abren los ojos y él se levanta pese a la arritmia, vive,
muere, vive, muere, como un pájaro bobo que canta siempre lo mismo,
tanto a la mañana como a la tarde como a la noche, como.
¿Escuchás? Llueve. Truena. Relampaguea. La bombita explota
en mil vidriecitos y los vidrios en vez de caer parece que flotan,
caen un rato y después ascienden de nuevo, cristales en el living,
incluso en la cocina y el baño, erosionan el techo y las cosas quedan a
la intemperie, bajo las estrellas y la luna llena, el piso de madera,
la mesa de caño, la silla de madera, un dedo de carne, otro dedo de carne
y hueso, las teclas de plástico, los ojos de no sé qué y la saliva en la boca.

viernes, mayo 08, 2009

lunes, mayo 04, 2009