jueves, enero 31, 2008






















"... es una lámpara milagrosa que el pueblo usa
Para encontrar la belleza en el camino,
La soledad, el miedo, el amor y la muerte.
Si tú no crees en tu pueblo, si no amas, ni esperas,
Ni sufres, ni gozas con tu pueblo,
No alcanzarás a traducirlo nunca.
Escribirás, acaso, tu drama de hombre huraño,
Solo sin soledad ...
Cantarás tu extravío lejos de la grey, pero tu grito
Será un grito solamente tuyo, que nadie podrá ya entender.
Sí, la tierra señala a sus elegidos.
Y al llegar el final, tendrán su premio, nadie los nombrará,
Serán lo "anónimo",
Pero ninguna tumba guardará su canto ..."

lunes, enero 28, 2008

"El día del partido, nos juntamos directamente en la cancha, una hora antes. Pronto, llegaron nuestros rivales. Traían un par de arcos desmontables, esos que tienen dos parantes y una soga como travesaño. Zamora y los dos que vinieron la semana anterior, se adelantaron para saludarnos. La luz de la tarde los mostraba tal cual eran. Como lo había intuido aquella noche, el color de sus pelos era un detalle que no pasaba por alto, pero lo más sorprendente era que, detrás de ellos, el resto del equipo lucía igual. Todos llevaban los pelos como platinados, de tan rubios que eran, más rubios que los jugadores de la Selección de Suecia. Jamás habíamos visto algo así en Villa Celina. Era un equipo de albinos.

Estábamos sorprendidos, pero no les preguntamos nada. Lo charlamos entre nosotros y nos dimos cuerda. Como una cosa lleva a la otra, alguien se acordó de las historias de los cirujas del campito, que cerca del Riachuelo había tanta contaminación que podían verse bosques en miniaturas, animales petrificados por la lluvia ácida, pajaritos que en vez de plumas tenían pelos, perros de dos narices y gente más rubia que los dioses de los libros.

—Qué duda queda —dijimos, mientras contemplábamos al equipo contrario—, si lo estamos viendo con nuestros propios ojos.

Nuestra imaginación se disparó y a la hora de jugar estábamos totalmente desconcentrados. Al terminar el primer tiempo, nos ganaban tres a cero. "

"El sudoeste", Fragmento.

lunes, enero 21, 2008

miércoles, enero 16, 2008

ampere diecisiete

















17

Y escucho miau, miau, miau,
gato del demonio, Pulchino,
vení para acá porque si no vas a ver.
Enseguida corren espantadas
las tropas de plástico en el patio
creyendo oír la voz del Dios de Israel
resucitado paradójicamente
del primero, del Viejo Testamento.
Soldaditos se refugian en los bunkers
excavados debajo de las macetas
cuando sobre la medianera se asoma
finalmente la cara del vecino
expresando preocupación y vejez.
—Señor, ¿lo vio a mi gato Pulchino?
—Por favor —le digo—, venga,
que su gato se metió en mi pieza
y no quiere salir,
capaz a usted le hace caso.
El vecino se disculpa,
dice voy para allá, no se preocupe.
Al rato suena el timbre dos veces;
yo me tomo dos veces el amoxidal
para el hombre intratable del mundo perdido
y voy a la puerta con la pinza rosario escondida
entre los dedos que bajan por el diapasón.
Cuando abro, digo sígame, es por acá.
El vecino se lamenta por el gato
y de paso comenta su teoría
acerca del clima recalentado.
Cuando entra al dormitorio,
mira la pintura de mi madre
y opina positivamente
sobre composición y estética.
Al crítico de arte,
yo le levanto la mano
que empuña la pinza cónica
de acero templado industrial.
Al llegar a la altura de la cara,
nervioso me pregunta ¿le pasa algo?
Miau, miau, miau, miau, miau,
¡Miaaaaaaaauuuuuuuuuuuuu!,
le hago el faro del fin del mundo
hasta el fondo de la bella vista.
Cae lentamente, dios de Israel,
tu barba se moja en el óleo de Jael,
una pelambre espinosa como la zarza
que hablaba con Moisés en el Monte Sinaí,
que ya no encenderá,
que ha mojado su pólvora,
que ya no hablará,
que ha secado su garganta
en al arena pública del desierto.
Cae, desenrolla la tela donde navega
el barco de los marineros que echaron
por la borda a Jonás a la ballena.
Yo te engarzo la vida
en el centro de la geoda
cosiendo con la pinza artesanal
piedras de escayas movedizas
como espermatozoides brillantes
de la violencia social del ser humano,
de la leche,
de la uva,
de la espina.
Cae
lentamente el vecino
acompañado por mi rosca y doble vuelta
hasta que por fin el cuerpo toca la stativa,
el piso final del cansancio;
yo canto el idiota,
ya nada puedo hacer por él,
él se perderá
en la vagina de apertura lenta,
en el pozo sin malacate donde lo reciben
y lo meten en una ambulancia como todos
los que sangran.
Oigan la sirena,
los violines de la orquesta
filarmónica del arroyo Maldonado
despidiendo en las orillas de las aguas residuales
a los muertos que descienden del campo cultural.
Arriba, Ayax viene a curiosear.
Señalándome con la cabeza
me muestra la parte superior
del ropero de los abuelos sicilianos.
Entonces conozco al famoso Pulchino,
y que lo observen los de afuera,
que aunque pensaba quemarlo
cuando lo encontrara, ahora
cambié de opinión debido
a su cara pedante que me causa
tanta simpatía que ya no
me dan ganas de llevar a cabo
las intenciones intrínsecas,
así que le digo Pulchino bajá,
no te vamos a hacer nada,
de ahora en más ésta es tu casa.
Después lo miro de frente a mi perro
para buscar su aprobación y noto que la idea
le gusta, así que a otra cosa mariposa.
Pero la concha de la lora con el cadáver
del vecino interrumpiendo el paso.
Cansado, salgo al patio y voy al cuartito
de las herramientas para buscar el serrucho
y empezar la limpieza y la subdivisión.
Despedazar, despedida, despechugar
mil cuerpitos en la mente del amor.
Ayax, Pulchino y los gorriones acompañan
esta música que calma a las fieras
como la música de Orfeo a los animales
de la selva oscura donde baja la escalera.


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jueves, enero 10, 2008

Masa de aire frío, masa de aire caliente

Qué suerte. En diciembre vendí varios objetos maravillosos y ahora subí en la escala social, porque al turbito viejo, lo pude cambiar por un ventilador de pie que tira mucho más. Me lo compré ayer en Carrefour. Habrá que seguir vendiendo anillos nomás, hasta conseguir el aire acondicionado, un sueño casi como de casa propia. Ojo, igual no me quejo, ni del alquiler, ni del ventilador, que es una masa, que me sopla la nuca mientras escribo mi nuevo cuento, un cuento de fútbol:

"Dicen que no hay mal que por bien no venga. Por eso pensamos que lo mejor era elegir el terreno más complicado, para sacarle mayor ventaja, ya que igual a todos los potreros los conocíamos de memoria y nuestros rivales no, así que nos decidimos por la parcela que estaba pegada a la calle muerta. Esa cancha era el mapa físico de la Argentina. Tenía todos los accidentes geográficos habidos y por haber.

Cerca de un lateral —que pintamos con cal— corría una zanja podrida que desembocaba en un pantano al borde de un área, y sobre un costado, entre el corner y el otro área, interrumpía un árbol, uno de copa chica, pero de tronco grueso. Con el tiempo, supimos usarlo bien. Al principio, era una ventaja para el equipo que defendía, porque los tiros cruzados le rebotaban y parecía que no había centros que pudieran con él, pero con el paso del tiempo los delanteros le agarraron la mano. El Chavo, por citar un caso, le tiraba paredes y no sólo eso: una vez, le embocó la pelota a una rama con toda su fuerza y el tiro se desvió tan bien que terminó en gol. Me acuerdo como si fuera hoy. Para joder, fuimos corriendo hasta el árbol, le abrazamos el tronco y lo felicitamos por la conquista. A partir de ese día, sus partidos como defensor se acabaron y los pibes lo bautizamos “nueve pescador”."

"El sudoeste", Fragmento.

miércoles, enero 09, 2008

Aclaración

Cuando en las primeras páginas de "Objetos Maravillosos" digo que Axxón era el único sitio argentino que seguía una lógica revisteril en los principios de internet, estoy cometiendo una gran injusticia, porque me olvido de nombrar a "La idea fija", una revista sin duda fundacional, además de excelente, que editan Saurio y Leonardo Longhi. A ellos, mis sinceras disculpas.