viernes, octubre 13, 2006

El 80















Dedicado a Funes, que publicó este cuento en uno de sus libros artesanales.
Dedicado a Carlos Godoy, que gusta de esta historia.


Dicen que mi barrio se zarpa de jevi, eh!, y a mí me agarra la melancolía inversa y la macrófila, taana tataaata taana tataaata ahí van los maachos paara cooonsumaar una hermoosa dootacioón viitaaal, superlooógico, la gilada siempre habla porque le gusta la sanata y nunca falta un poligriyo que repite el chamuyo en el diario, en la radio, en la tevé, que Celina está lleno de hampones, que los taxistas no te llevan, que el raterío te caretea en cada esquina, que a un guacho le hicieron las zapatillas y después le volaron el coco, que mataron a un remisero en Sarmiento con un destornillador, que un violín le metió no sé qué cosa a una minita en la General Paz, que se pudrió todo en los boliblocks de Lugano, que se agarraron a piñas después de un partido en Urquiza y que a dos les comieron la jeta y les cobraron todo el viaje, que a un oligarca lo dejaron en pelotas y lo cagaron a palos para que tenga en la 2 de abril, ¡pero se mandan cualquiera, loco! ¡Tan policías son, tan policías!, te ponen cartel de chorro y te quieren tirar el fuerte abajo, pero yo te puedo batir la posta porque aunque me agarre la polimorfa y haya quedado pegado, nadie puede dudar que Celina es la tierra de toda mi vida y que ahí crecí con los guachos y los mosquitos y entonces sé de que hablo cuando te hablo y escuchame si te cabe la verdad, no te ortibés y prestame atención, no es que sea engrupido ni me la crea, cantando sin descanso van a devorar te juro por mi vieja que éste es el paraíso, Villa Celina, el barrio más flashero, pero a nosotros nos persiguen, sí señor, nos persiguen. Te cuento una.

Primavera, día de semana, cinco de la tarde, tirado en la pieza con el higo, la batata y la guitarra me moría de embole, así que agarré todo y rajé, bajé la gleba y fui a ver si ya estaban parando los fumancheros de Barros Pasos y Giribone, y salta la cara con fiebre, epicarpo escucho, dicogama me agarra, Gusano, Luis, Cocorocó y los Escobitas tirados en la vereda jugando a la nada con los ravioles y los porros, pero pará un poquito, fiestero, grupero, borracho, falopero, pelá la viola y el cancionero y empecemos el fogón para los pibes, PARA LOS PIBES!, me repitió Gusano, poniéndose de pie. Cómo no, le contesté.

Empezamos a cantar Mucha tropa riendo en las calles con sus muecas rotas cromadas y al toque aparecen Ricky (primer baterista de Villanos) y Edu (bajista de Viejo Smocking, La guirnalda de Afrodita y Pachuco chicano) que habían oído los acordes desde sus casas y nos dicen que ahora vienen, que van a buscar a Tuta (guitarrista de Viejo Smocking y La guirnalda) y los instrumentos. Mientras tanto, nosotros seguimos con la festichola íntima, mechando blues, rockanroll y alguna milonga, pero nos quieren barrer, nos quieren correr, y aparece la lancha con los cascos azules y nos relojean y uno dice pórtense bien, porque sino ya saben, y cómo no, cómo no, señor oficial, vaya tranquilo, le responde Gusano, y justamente caen Ricky, Edu y Tuta y se suman al concierto, y después Damián, Ariel y los pibes de Pocas Nueces, y el efecto dominó es imparable, y llegan Ale con Minesotta, Gabito con Baff, Dios Torrejón con Río Verde (después Callejeros), Pity y el Pollo con Viejas Locas, Santiago y los pibes del Uno, pibes de Perseverancia, el viejo Carlitos, etc., etc., etc., y a eso de las nueve de la noche estaban prácticamente todas las bandas del barrio y una multitud copaba Giribone entre Barros Pasos y Unanué. Un estallido musiquero, imprevisto, en cuatro horas. Tetra, birra, porro, ravioles, intoxicados sólo queríamos cantar y bailar en nuestro pueblito olvidado del sudoeste, puro amor al arte y al barrio, sin hacerle mal a nadie, todos metidos en la chupadora de una noche perfecta y repleta de estrellas.

Iban a traer el camión semi de los turcos Salomón para que las bandas toquen ahí, pero decidimos que la zapada colectiva era mucho mejor, y posta que lo era, una cosa de locos, bastante desafinada pero llena de poder, tirando Mis y Las como si fueran rayos, cerrando la noche con unas SI séptimas que te ponían los pelos de punta. Las rollingas agitaban y los pibes se ponían como locos; había guitarras, armónicas, flautas, percusión de todo tipo, hasta un violín trajeron, una exquisitez.

Repiolas en el microquiste con la juventud nos metimos en el tubo musical. Seguramente nos pasamos de la raya con el bardo y la mamúa, y lejos de hacerla de querusa nuestras estrofas se zarpaban de quilombo, pero qué pecado comete, qué ley desobedece, qué piso ensucia quien practica la vida en todo su esplendor, en toda su libertad. Andá a explicárselo a ellos.

En el estaminal coreábamos un clásico nacional cuando un guacho, creo que fue el Chino, empieza a gritar desesperado: ¡El 80! ¡El 80!

Todos sabíamos de qué se trataba y rajemos dijo Remo y cagamos dijo Ramos a corregaser uno doli trili catoli quili quilete número siete que nos cagan a palos. No hubo tiempo de nada. Los coches de la línea 80, que tiene la terminal en Sarmiento, siempre fueron usados por la Yuta de Recondo para las racias. Esta vez traían dos, escoltados por lanchas, patrulleros y motos. Se pudrió, todos contra la pared.

En el transcurso de mi vida presencié más de un acto de audacia: Tato Cogorno bancando solo al Maristas contra Lugano 1 y 2, Chorza y el Rosarino tocando la viola en el techo de un tren a toda velocidad, Javi nadando en el Riachuelo, y así varias más, pero la que hizo Gusano esa noche fue de película. Como a nosotros, lo tenían contra la pared. Resulta que, cuando lo empiezan a palpar, el chaboncito se retoba, se da vuelta y lo encara al policía; éste se queda perplejo y todavía no atina a nada. Entonces, Gusano, tomando la iniciativa, le dice qué me tocás el culo, mariposón, la reconcha de tu madre. Lo empuja y sale rajando. Varios ratis lo persiguen, pero Gusano, con una acrobacia descomunal, sobre todo teniendo en cuenta su cuerpo de flaco descarnado, salta el paredón de Luis y desaparece. La policía lo dejó, porque no podían entrar a la casa a la vista de todos sin una orden. Nos empezamos a cagar de la risa y ellos nos empezaron a cagar a palos. A mí me dieron un roscaso que me abrió la cabeza y tuvieron que darme cuatro puntos, que me cosieron recién al otro día, cuando nos soltaron. Esa noche, la pasamos en la gayola de Recondo.

Éramos un montón y estábamos hacinados, hechos mierda, a Javy le bajaron un diente, el Chavo se desmayó tres veces, Ricky tenía la cara llena de sangre. Pero igual seguimos con la musiquita y de querusa compusimos entre todos esta canción:

MIM LA7 MIM SI7 LA7 MIM SI7
Debajo de las estrellas los pibes de Celina
Cantan, bailan, agitan vitaminas
Libres, felices en las ruinas
Aunque venga el 80
Aunque venga el 80.

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