lunes, julio 31, 2006

Matinal














1

En las noches de invierno, primero,
ese brillo de la expectativa: la
especulación; después la escalera
en la Facultad de Ciencias
Sociales sobre la calle Marcelo Té,
los ojos verdes que estampan la tela
de suave nocturnado, y zambar
el beso en Plaza Houssay, el viaje
a Ushuaia con objetos, el consoliente azul
junto al Lago Argentino en el Parque
Nacional, y alcanzarte en el paseo, pero breve,
trágicos los episodios entintados, pero de amor
la convivencia supura en Haedo,
es grito feroz y es final: el timbre
arrebata y plasma, encuentra vocecita
el flete que a ella exige con sus cosas, y yo,
hermano de mi cuerpo junto al matinal,
no puedo tolerar la gente desesperada que grita
(por mi boca)
y escapo Juan famélico a la música,
lejos del departamento horizontal y los cerastas
vecinos, de las propétides chismosas,
de los jueces de la panadería,
del taller, del kioskito, golpeando con los pies
cada segundo un segundo final en la corrida
por la calle que se rompe como la caja
de la guitarra (regalo de ella)
adentro de la caja del flete en movimiento.

viernes, julio 28, 2006

El guardián del sueño

Esta es la hora de máxima luz pero yo voy a acostarme. La araña del zócalo está paralizada. Los días la encandilan. Camino por el pasillo. Hay cosas tiradas en el piso. Entro en el dormitorio. Las lucecitas en la persiana pertenecen a otro mundo. De gente irreconocible. Que vive en la calle. Ya estoy adentro de la cama. Los muebles se convierten en figuras. La remera sobre la silla es un dibujo. Alguna vez fui un hombre alto. Los pies superaban el largo de este colchón. Ella dormía conmigo. Pero el cuerpo gotea y yo estoy secándome. Voy a dormir la siesta. En un sueño de agua. Los deseos se burlan de mí. Dicen que puedo ser cualquier cosa. El aire es más pesado. La pieza se consume a fuerza de palabras. ¿Quién esperará cuando yo duerma? Las sábanas me raspan. Alguien está hablando en la vereda. Pero no reconozco el mensaje. Porque voy durmiendo. El día está roto. Por unas horas. Tengo que creer en la siesta. Vivir como ella vive en los lugares alejados. Donde los animales nacen. Hay que cerrar los ojos. Si alguien puede verme, le ofrezco lo que queda de mí, que lo lleve a donde quiera. El tiempo es blando. La mano no responde. Se deshace en los pliegues de la tela. Los párpados se pegan a mis ojos. La carne se derrite. La respiración es dolorosa. Están llamando por teléfono. Cuesta creerlo. Cualquier sonido es extraño. Todo se desintegra pero la campanilla insiste. Llaman cuando la cama está caliente. ¿Seré blanco o seré negro? No recuerdo espejos en esta casa. Suena el timbre. Pero no voy a estar. No pretendan engañarme. No puede ser ella. Son otros. Quieren mi casa. Decidieron aprovecharse. Hace tiempo que deambulan. Como las moscas del mediodía. Pero estoy alerta. El cuerpo se descompone pero yo sigo en pie. Él duerme en la cama pero yo estoy despierto en el aire. Me arrastro por el techo a la velocidad de la luz y vigilo la propiedad. No hay sonidos que puedan embaucarme. Ningún detalle se escapa cuando salgo de pesca. Cuando él se desmenuza, yo florezco. Los vecinos murmuran en el pasillo y tienen expectativas. No saben que sus planes son inútiles. Porque el hermano del cuerpo está vivo. No puede morir. Dicen que un hombre recluido no puede subsistir, por eso creen que voy a morir. Pero yo no puedo morir. Jamás puedo morir. Porque la espero a ella. Porque le guardo mi voz. El teléfono lo ha comprendido. Por eso decidió callarse.

***************
texto: incardona
ilustración: lala

Ayer a la noche





















De izquierda a derecha.
Arriba: Cucurto, Casas, Incardona, Funes, Loyds.
Abajo: Videla, Llambí, Mairal, Llach.

Acá, otra versión de la foto.

jueves, julio 27, 2006

miércoles, julio 26, 2006

Cuando respiro me duele

Mi papá hizo matambre; mi mamá chocotorta; una de mis hermanas pizzetas. Mañana me esperan en Villa Celina para celebrar mis treinta y cinco años en este mundo.

A la noche, lo pibe me iban a hacer un partido homenaje, pero no voy a poder jugar, porque ayer me pasó esto:

Hacía una diagonal en "La estrella de Boedo" -Constitución 4151-, con la mirada fija en la pelota, cuando, de golpe, dos defensores adversarios me ganaron la posición, con cuerpo, con codo, con paralítica, y entonces el pecho se desplazó de izquierda a derecha y se escuchó, a la altura del corazón, un craaccccccccc.

-Ahhhhhhh!!! -salí a un costado.

Quise jugar un poco más, pero era un sufrimiento.

Volví a a Flores y le pedía a N. que me llevara al hospital.

Dimos algunas vueltas (en la guardia del Álvarez había una cola de treinta personas y no atendían) hasta que terminé en una clínica por la avenida Directorio.

Saladita la consulta pero bue, no quedaba otra. Me atendieron rápido. El doc dijo que tenía un desgarro en el pecho, que parecía que las costillas estaban bien y que, si había alguna fisurada, igual era el mismo tratamiento.

-No es necesario radiografías -insistió (yo no sé qué pensar). Esto es un diagnóstico sintomático. Sólo se inmoviliza si tenés más de cinco costillas fracturadas, y no es tu caso.
Recetó reposo, no hacer esfuerzo, hielo en la zona afectada y análgésicos-desinflamatorios. Me pidió que no me engripe (uno puede decidir esas cosas?).

A la noche no pude dormir, casi.

Ahora me duele todo, cuando camino, cuando respiro. Pero igual iré a la reunión de ei, después a la fiesta de nechu, mañana la tarde a Celina, a la noche a ver a los muchachos, y a otra cosa mariposa, que este infierno está encantador.

26 de Julio

Anécdotas peronistas 8 - Evita Capitana

Archivos viejos, material inédito, rarezas.











Falleció el 26 de julio de 1952 a los treinta y tres años.

EVITA CAPITANA

Las muchachas peronistas
con Evita triunfaremos
y con ella brindaremos
nuestra vida por Perón
¡Viva Perón ! ¡Viva Perón!

Por Perón y por Evita
La vida queremos dar.
Por Evita capitana
y por Perón general.

Eva Perón, tu corazón
nos acompaña sin cesar.
Te prometemos nuestro amor
con juramento de lealtad.

Las muchachas peronistas
por la patria lucharemos,
por la patria que queremos,
con Evita y con Perón.
¡Viva Perón ! ¡Viva Perón!

Bandera justicialista
nuestra bandera será
para los Pueblos del mundo
bandera de amor y paz.

Eva Perón, tu corazón
nos acompaña sin cesar.
Te prometemos nuestro amor
con juramento de lealtad.

Las muchachas peronistas
con Evita triunfaremos
y con ella brindaremos
nuestra vida por Perón.
!Viva Perón ! ¡Viva Perón !

Por Perón y por Evita
la vida queremos dar:
por Evita capitana
y por Perón general.

Eva Perón, tu corazón
nos acompaña sin cesar.
Te prometemos nuestro amor
con juramento de lealtad.

anécdotas peronistas 7 ---------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Simpathos

Gracias Noelia.

domingo, julio 23, 2006

Objetos maravillosos 11 - Vidas imaginarias


















-Hola, ¿querés ver los mejores anillos?
-Bueno, si son los mejores.
-Podés probarte, están ansiosos de abrazar a tus dedos...

(10 minutos de conversación lateralizante)

-Me gustan los nombres que les ponés. ¿Y vos cómo te llamás?
-Juan. Mi nombre es mucho menos sofisticado que el de mis anillos. ¿Vos?
-Agustina. ¿Hacés algo más además de esto?
-Sí, varias cosas.
-Por ejemplo?
-Me faltan dos finales para recibirme de Ingeniero naval.
-Ingerio naval? Guau! Y qué hacés vendiendo anillos?
-Bueno, es que la fabricación de barcos en Argentina cayó mucho.
-Ja. Vos me estás bolaseando.
-No sé qué decirte.
-Está bien. Y hacés algo más?
-Sí, hago unos cursos de Lutier en un taller por Boedo. Es el único lugar donde se hacen claves en Argentina. Sabés lo que es un clave? Una especie de piano.
-Sí, sé lo que es. Bueno. Veo que sos multifacético. Está bien.
-Sí, todos lo somos. No? Y vos a qué te dedicás?
-Trabajo en una fábrica de aviones.
-Ja. Mirá vos. En Córdoba?
-No. En una que está por San Telmo.
-Jaja. Qué bien. Y hacés algo más?
-Sí. Hago deportes extremos. Tengo el record de aguante de respiración en el agua.
-Jajaja- Qué interesante.
-Bueno. Te compro este anillo. Cómo se llama?
-Mmmm...
"Días imposibles en noches posibles"
-Me encanta! Cuánto es?
-Diez.
-Si se me rompe, qué hago?
-Mi empresa tiene servicio de soporte técnico. Si querés, te doy mi mail.
-Dale. Cómo es? Acá tengo birome...
-rex, como las galletitas rex... ahora miles, como el plural de mil.
-Así?
-Sí.
-Qué más?
-Arroba fibertel punto com punto ar
-Perfecto.
-Chau.
-Te voy a escribir.
-Pensás que el anillo se va a romper?
-Estoy segura.

Objetos maravillosos - 10 --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

jueves, julio 20, 2006

Anécdotas peronistas 7 - Versos de un payador al General Juan Perón

Archivos viejos, material inédito, rarezas.

Letra: Homero Manzi
Música: Hugo del Carril

Va a dispensar su excelencia que un payador del camino
le alce su verso genuino ante tanta concurrencia.
Quisiera, en esta emergencia, tener el don de Gabino
para elogiar con más tino la histórica presidencia
que realiza su excelencia en este suelo argentino.

Perdóneme, presidente, pero tengo la certeza
de que alabar su grandeza es traducir muchas mentes.
Usted luchó por la gente desbrozando la maleza
y el criollo que siempre pesa con justicia y noblemente
sabe que usted fue un valiente al lado de su pobreza.

Usted liquidó el instante de la miseria social
y el oprobio general del vendepatria triunfante;
vergüenza del tiempo de antes, cuando el fraude electoral
era el destino fatal que le aguardaba al votante
en aquel tiempo distante de ignominia nacional.

Siguiendo la ejecutoria de esta noble evolución,
el pueblo de la nación vive su trance de gloria.
Él siempre tendrá memoria de la gran revolución,
y a fuerza de corazón mantendrá la trayectoria
que ha señalado en la historia el General Juan Perón.

Usted trabaja y nos cuida desde que nace la aurora,
robando tiempo a las horas, le quita vida a su vida.
Usted es la lumbre querida de esta etapa bienhechora,
y su ciencia salvadora, mientras se cumple, no olvida
a la clase desvalida, que es patriota y cinchadora.

Por eso, mi General, con esta improvisación
quise arrimar mi montón a su labor nacional.
Nadie ha comprendido igual las penas de la Nación,
nadie con más corazón nos libró de tanto mal
nadie como Juan Perón, Presidente y General...


anécdotas peronistas 6 ---------------------------------------------------------------------------------------------------------------

sábado, julio 15, 2006

Objetos maravillosos 10 - Los idiotas

—¿Quieren ver los mejores anillos?
—No, gracias, somos artistas.

O también:

—¿Quieren ver los mejores anillos?
—Sí, por supuesto, somos artistas.

Objetos maravillosos - 9 --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

viernes, julio 14, 2006

Cuesta abajo en mi rodada

El patio

por Juan, momentáneamente sin poedición.


Se prenden las luces,
el motor, los canales,
cuando toco la masilla
que le puse al camioncito.
Perón está exiliado
en Asunción; carga las bolitas
japonesas, las lecheras,
mi mamá dice que está
lista la comida
y yo no puedo levantarme
porque la guerra recrudece
-en el patio los camiones
descargan soldaditos;
no da un minuto de respiro
la gente en la baldosa
colorada entre las dos
macetas con malvones
porque Valle se subleva.

Junto a la puerta y la canilla
-bomba tras bomba gotea
sobre el valde-
los vecinos de La Plata
viven dramáticos el tiempo,
la explosión que cae
en la vía y en la pista
del escaletri; están volcados
los tranvías,
los colectivos en la madrugada,
una barricada entre las fuerzas
rebeldes, las fuerzas leales,
y la voz de mi madre que insiste:
¡Juan Diego está servida la comida!

Pero está llegando a la rejilla
y a las piernas de mis abuelos el combate
de los gorriones que bajan
de la terraza en la disputa
por las galletitas
que tiramos ayer; es un desastre
cuando estallan los ladrillos,
la masilla, la torre de plástico
del regimiento 7 de macetas;
los aviones pasan rasantes
sobre las casas platenses,
fusilan a Cogorno y al subteniente
con mi mamá,
con la comida, cuando me levanto
y me voy del patio
y entro en la cocina.

martes, julio 11, 2006

La escritura colectiva

















cantata de puentes

por Juan Diego

En CAMEA, Jabón Federal y la FATE,
en el Corralón Piedrabuena, las manos
se hinchan, la cabeza se torna gris
ceniza, los ojos enrojecen,
y la radio anuncia quién soy entre los
muchachos, quién soy yo
en las lomas al costado
de la Richieri y los puentes
cerca del Mercado Central,
un rojo entre azules con pañuelos blancos
para la vuelta del Presidente.

El nervio radial conecta el canal de torsión
del húmero y la arteria humeral
se convierte en un río que inunda los pantanos,
los tendones, los vastos internos y externos,
y no para la foto cinética: el troquín, el tro
quíter y la misma cabeza
se prenden a la turbina, cada vez falta menos;
cierro los ojos y abro la fuerza
pero no puedo moverme:
la concentración es una fila de paredes;
la corriente está llegando a los cables,
las venas satélites empujan la válvula,
el nervio mediano pasa al violeta,
derivan las funciones y explotan
los vectores; mi brazo rompe la foto
y se alarga,
la mano se abre y se cierra
y se hunde
en el asfalto de la Richieri
y por fin agarro el camioncito de plástico
que me regaló mi papá
cuando era chico.

En dirección a Ezeiza el cuerpo
se abre delante de las balas y el cronista
riega la voz en La Matanza,
riega la tierra que soy el incidente
del pueblo, un viento frío
de Junio contra la primavera
camporista, la transformación
de los bombos del cuarenta, el vapor
de la fuente de mayo,
el rebote de las bombas,
el eco adentro de las Iglesias,
adentro de los cuarteles,
adentro de las provincias,
adentro de la boca.



Cantata

por Juan, poeditado por Santiago.


En CAMEA, en Jabón Federal, en la
FATE, en el Corralón Piedrabuena,
las manos se hinchan, la cabeza
se vuelve gris, los ojos
rojos,
y la radio
dice quién soy.
En las lomas al costado
de la Richieri y los puentes
amarillos
-cerca del Mercado Central,
azules con pañuelos
blancos
y colorados para la vuelta
del Presidente.

El nervio radial conecta el canal de torsión
del húmero y la arteria humeral
se pone como el río;
se bañan los pantanos, los tendones,
el tríceps
-y la cosa
sigue;
el troquín, el tro
quíter y la misma cabeza
humeral se prenden
a la turbina y cada vez falta menos;
yo me esfuerzo, cierro los ojos
en la concentración pero no puedo
mover
me-;
la corriente está llegando
a los cables
amarillos.
La cefálica, la basílica,
los cables naranjas,
las venas satélites, la válvula,
el nervio violeta,
los vectores fuerza,
los bombos del cuarenta, el vapor
de la fuente de mayo,
el rebote de las bombas,
el eco adentro
de las Iglesias,
adentro de los cuarteles,
adentro de las provincias,
adentro de la boca.

***************************

Canción de puentes

por Juan, poeditado por Paula.

En CAMEA, en Jabón Federal,
en la FATE, en el Corralón Piedrabuena,
las manos se hinchan, la cabeza se torna
gris ceniza, los ojos enrojecen,
y la radio anuncia quién soy
entre los muchachos, quién soy
en las lomas al costado
de la Richieri y los puentes

amarillos cerca del Mercado Central, un rojo
entre azules, pañuelos blancos
para la vuelta del Presidente.

El nervio radial conecta el canal de torsión
del húmero y la arteria humeral
se pone como el río;

se bañan los pantanos, los tendones, los vastos
externos, internos, el tríceps y la cosa
sigue y no para
y la misma cabeza humeral
prende la turbina y falta menos;
me esfuerzo, cierro los ojos
en la concentración, no puedo moverme,
pero la corriente está llegando
y las variables se ponen
los vectores fuerza;
mi brazo por fin
despedaza la foto y se alarga,
se abre, se cierra
se hunde en el asfalto de la Richieri;
me parece
que agarro el camioncito de plástico
que me regaló mi papá cuando era chico.

En dirección a Ezeiza
el cuerpo de las balas y el cronista deja
la voz en La Matanza, que soy el incidente,
un viento frío
de Junio contra la primavera
camporista, la transformación
de los bombos del cuarenta,
el vapor de la fuente de mayo,
el eco adentro de las Iglesias,
adentro de los cuarteles,
las provincias,
la boca.

*************************
Cantata de puentes

por Juan, poeditado por Juan Pablo


En CAMEA, en Jabón Federal, en la
FATE, en el Corralón Piedrabuena,
las manos se hinchan, la cabeza
se torna gris ceniza,
los ojos,
rojos.
La radio me anuncia
muchacho como soy,
YO
entre la Richieri y los puentes.
Mercado Central,
un rojo entre azules con pañuelos
blancos
para la vuelta
del Presidente.


El nervio radial lastima
se opone como el río;
se bañan los pantanos, los tendones, los vastos
externos, internos, mis tríceps de gigante
y la cosa sigue
y no para.
la foto cinética;
el troquín, troquín
y la misma cabeza
se prenden a la turbina
y cada vez falta menos;
me esfuerzo, cierro los ojos
en la concentración
pero no avanzo,
la corriente está llegando
a los cables
amarillos, las venas se abren
otra vez,
parece estallar,
se recargan, los cables amarillos pasan al naranja,
las venas satélites empujan la válvula,
el nervio mediano pasa al violeta,
la marea no se detiene.
Explotan
los vectores fuerza;
mi brazo por fin
despedaza la foto y se alarga,
la mano se abre y se cierra y se hunde
en el asfalto
de la Richieri:
agarro el camioncito
de plástico que me regalaron
cuando era chico.
Y no lo suelto.


En dirección a Ezeiza el cuerpo
se abre delante de las balas y el cronista
riega la voz en La Matanza,
riega la tierra que soy el incidente
del pueblo, un viento frío
de Junio contra la primavera
camporista, la transformación
de los bombos del cuarenta, el vapor
de la fuente de mayo,
el rebote de las bombas,
el eco adentro,
en las Iglesias,
en los cuarteles,
en las provincias,
adentro de la boca.


***************************

Cantata de puentes

por Juan, poeditado por Natalia


en CAMEA, en Jabón Federal, en la FATE
se hincha el nervio, tensiona
la arteria, se pone como el río;
se bañan los pantanos, los tendones,
el tríceps
los ojos se prenden, rojos. no puedo
mover
la corriente
está llegando a los cables, a las válvulas
a la radio que denuncia
quién soy yo
al costado de la Ricchieri,
en las lomas,
en los puentes amarillos,
por el Mercado Central -pañuelos blancos
se recargan para el Presidente-, no
se detiene, en mi mano
que se abre
se cierra y hunde el asfalto en dirección a Ezeiza
al cuerpo
se riegan las balas y las variables
y explotan
los vectores fuerza,
la transformación de las bombas,
el eco adentro,
en las Iglesias,
adentro de las provincias,
adentro de los cuarteles,
adentro de la boca.

********************************
Canto en el puente

por Juan, poeditado por Nessie

En CAMEA
Jabón Federal
La FATE
en el Corralón Piedrabuena

las manos se hinchan
se torna gris
ceniza
la cabeza

los ojos enrojecen y la radio
anuncia
quién soy —entre los muchachos
¿quién soy yo?
en las lomas al costado
de la Richieri
de los puentes
amarillos
cerca del Mercado Central

un rojo entre azules
y pañuelos blancos
para la vuelta del Presidente

El nervio se pone y
la arteria conecta como el río
se bañan los pantanos
los tendones, los vastos
externos-internos-tríceps
la cosa
sigue
no para la foto cinética
sino para

se prenden
a la turbina y cada vez menos
yo me esfuerzo:
cierro los ojos
en la concentración

no puedo moverme
la corriente llega
a los cables
se abren las venas los vectores
constantes y se explotan
¡fuerza!

mi brazo —por fin
se alarga y despedaza
la mano se abre se cierra se hunde


En el asfalto de la Richieri
el camioncito de plástico
regalo de mi viejo

En dirección
a Ezeiza el cuerpo
de las balas y el cronista
riega la voz en La Matanza

SOY el incidente
un viento frío
de Junio contra la primavera
camporista
la transformación
de los bombos del cuarenta
y el vapor
de la fuente de mayo
—dicen quién soy
el eco adentro
(de las Iglesias)
de los cuarteles
de las provincias

Adentro de esta boca.

***************************

Cantata de puentes

por Juan, poeditado por Noelia

En CAMEA, en Jabón Federal,
en la FATE, en el Corralón Piedrabuena,
las manos se hinchan,
la cabeza se torna
gris ceniza,
los ojos enrojecen,
y la radio anuncia
quién soy
entre los muchachos,
quién soy
Yo
en las lomas al costado de la Richieri
y de los puentes amarillos

Cerca del Mercado Central,
un rojo entre azules
con pañuelos blancos
para la vuelta del Presidente.

El nervio radial conecta
el canal de torsión del húmero
con la arteria humeral: se pone como el río,
se bañan los pantanos, los tendones, los vastos
externos, internos,
el tríceps y la cosa
sigue, sigue, sigue
(y no para la foto cinética)

el troquín, el troquíter
y la misma cabeza humeral
se prenden
cada vez falta menos
Yo
me esfuerzo, cierro los ojos
en la concentración
pero no puedo mover
me

la corriente está llegando
a los cables amarillos,
las venas se abren
otra vez,
la cefálica, la basílica, se recargan,
los cables amarillos pasan al naranja,
las venas satélites empujan la válvula,
el nervio mediano pasa al violeta,
la marea no se detiene,
el músculo cutáneo,
el branquial anterior,
el bíceps
derivan...

las funciones y las variables
se ponen constantes,
explotan
los vectores fuerza: mi brazo por fin
despedaza la foto
y se alarga,
la mano se abre
y se cierra
y se hunde

en el asfalto de la Richieri,
me parece que agarro el camioncito
de plástico que me regaló
mi papá cuando era chico.

En dirección a Ezeiza
el cuerpo se abre
delante de las balas
y el cronista riega la voz en La Matanza,
riega la tierra que soy el incidente
del pueblo, un viento frío
de Junio contra la primavera
camporista, la transformación
de los bombos del cuarenta, el vapor
de la fuente de mayo,
el rebote de las bombas,
el eco adentro
de las Iglesias,
de los cuarteles,
de las provincias,
de la boca.

Uno de ciencia ficción

Este lo escribí hace muchos años.
******
El dios involuntario
I

Llovía microcuerpos negros como nunca sobre la Metrópolis Federal.

Me encontraba en el nivel 7 de la avenida Corrientes, entre Rodríguez Peña y Montevideo, y pensaba refugiarme del diffundo en el porche conditio del salón multiplayer "Quiero re truco" cuando un rana argutus vestido con traje de renio blando se acercó rápidamente por el circuito apertus de la plataforma. Me dijo:

—¿Puede decirme qué hora es?

Y la puta madre con este agnatus del demonio que retrasaba mi recalesco, pero sin emitir queja y apurándome para que no me agarrara otra vez el estado jacens, resignado perdía mi valioso tiempo comenzando a oprimir el pulsor del berilio, cuando nuevamente el persevero desconocido volvió a conversarme:

—¡Dios mío y Señor mío, te reconozco! ¿Qué haces aquí, debajo de las nubéculas sin salida de la tempestad y la nox?

—¿Perdón?

—Tú eres mi Señor, alabado seas.

—Disculpe, no entiendo a qué se refiere con tanta nugamenta, pero seguramente usted se equivoca. Adiós.

—¡Oh, mi nubígena, mi Dios quiere probarme, pero Manuel Lombardo está contento!

—¿Quién es ése?

—A su servicio, gran frater, y aleluya, ¡aleluya!, ¡aleluya!, porque mi Fe es dura como el diamante y yo no dudo de Ti, mi amado ditator, mi Mesías, Señor Salvador del mundo, Cristo vivo entre los muertos...

El hombre, intecutitus, se arrojó a la plataforma y hundió su cabeza sin casco en el agua oscura que ya había inundado toda la vereda inferior. Luego, se puso a besar mis caminantes ferromagnéticos.

—¡Levántese! —le grité con crudesco—. ¡¿Por qué hace eso?!

—Señor —me conversó desde el piso—, te ruego que me bautices con el agua bendita que corre por la orilla de tus pies.

Yo estaba muy confundido y como ya no sabía qué hacer con el dedecus de aquel feto infernal, le dije:

—No sé qué quiere; no puedo bautizarlo, mejor hágalo usted.

—Soy yo quien debe ser por ti bautizado, ¿y vienes Tú a mí? Está bien, que se haga tu voluntad; soy tu humilde servidor, Jesús, Hijo de Dios, Luz que alumbra al universo...

Atemorizado por la jactatio de aquel hombre, escapé raudo, bajo el aguacero oscuro de microcuerpos, lanzándome al chupador que desemboca en Corrientes y Callao. De allí, rápidamente, me dirigí a Palermo, aferrándome al circuito viejo que, aunque es de alta frecuencia y te deja los oídos como testudos huecos, todavía es el más rápido.



II

Mi palabra identificatoria es Martín de Zárate, soy operador en la planta metropolitana de madera química; llevo una vida apacible: no me meto con nadie y generalmente nadie se mete conmigo. Tengo treinta y tres años y tres pasaron ya desde aquel incidente, que, por alguna razón, afectó demasiado a un multus de angstroms cerebrales de mi fronto-temporal (tuve que hacer un tratamiento fotoeléctrico durante un año para calmar mi ansiedad, que había ascendido al paroxismo de un estado ligado nivel 4). Por suerte, el trauma estaba superado y mis relaciones semánticas habían recobrado cierta cordura, pero ayer, lamentablemente, la historia volvió a embestir contra mí.

En la segunda edición del paquete de noticias "La novedad porteña" se publicó información acerca de una nueva secta que habría construido un ostentoso santuario en Lanús Oeste, a orillas del canal-manufacturas del Riachuelo, todo revestido con láminas comprimidas de aleaciones alcalinotérreas, con colores incentivados a la plata e incrustaciones auríferas conformando adornos ornamentales de estilo neokitsh. "Una extructio llamativa y espectacular", afirmaba el autor de la nota. Por otra parte, se especula que el culto sería profesado por un efluvio de cinco mil personas. Pero la centralidad del asunto informativo giraba en torno a un grave acontecimiento, pues, según se detallaba, el líder espiritual y portador de facundia del grupo, fue arrojado esta semana a las aguas del río por una patota crudelis que lo asaltó a pocas cuadras del templo. Luego, se informaba acerca de la palabra identificatoria de la víctima: "Manuel Lombardo". El corazón me mandó un insuflo que me hizo doler el pecho y el abdomen.

Algunos testigos del factus contaron que la víctima quiso predicar su Fe a los ladrones, invitándolos a que se dejen bautizar por él en las aguas del Riachuelo. El paquete de noticias transcribió la declaración de uno de los testigos:

"El homo tendría setenta años y estaba hablando con los cinco vir nobilis chorros que lo acababan de desvalijar junto a la barrera del paso a nivel del chupador. Yo estaba quietito, haciéndome el desentendido y sin tocar la bocina, medio escondido atrás de unas de las columnas de plástico que están al borde del Riachuelo. Escuché que el hombre les conversaba una oratio de Dios, pero los otros se burlaron de él, le pegaron, y escupiéndole, tomaban la caña y le herían con ella en la cabeza, luego lo arrojaron al agua y escaparon en distintas direcciones. Me acuerdo que uno se lanzó al chupador semirápido que te lleva a Puente La Noria".

Luego, la persona informante contaba que aún no fue hallado el cuerpo miseranda conditio, pero que varios detectores de figuras de la Prefectura Nacional seguirían buscándolo en las próximas horas.

Lo que más me alarmó fue el pasaje de la nota que refería a las particularidades del culto:

"El homo Manuel Lombardo, líder y portador de facundia de la secta "Gotas de agua", ha establecido un extenso dogma basado en creencias sobre el clima, particularmente en la pluvia y demás derivados del evento pluvius, y ha predicado devotus durante los últimos tiempos la venida del Santísimo, a quien dijo conocer hace tres años en Buenos Aires, en el nivel 7 de la avenida Corrientes, entre Rodríguez Peña y Montevideo."

Aterrorizado, leí más adelante el reportaje a uno de los pietatis cultor de la secta:

"El frater Manuel nos aseguró en un sacra concio que hay un homo, encarnación de Dios vivo, que habita en la Metrópolis Federal y que permanece oculto en la configuración del nosotros, pero que llegará el día, o la noche, en que retorne vestido de gloria para bañar las cabezas sin casco de los fieles con el agua bendecida del cielo. Aún no puede hacerse el patefactio de su identidad, pero Manuel Lombardo le ha comunicado a algunos sacerdotes jerarquizados la verdad, para que estén preparados. Por mi parte, no conozco la palabra identificatoria del homo divino, pero, como le dije anteriormente, algunos de mis fraters sí la saben y auguran, persona informante, una nueva maravillosa que a través de usted quisiera comunicar a todos los mundos: el ocasus de Manuel, primer mártir de nuestra Iglesia, anuncia la pronta llegada del Salvador".

Estaba estremecido. No tenía ambiguitas: yo era el dios que estaban esperando. Y ya no se trataba de un insanus psicótico flotante en el sistema, no. Para mi querimonia, ahora era un ejército de fanáticos asimilados los que me buscaban obsesivamente.

Me había convertido en dios contra mi voluntad.

Tenía que alejarme cuanto antes de esa prole que me adoraba. Debía huir y exiliarme de la Metrópolis Federal y ocultarme, provisoriamente, en algún subter del Conurbano, hasta idear una alternativa más placentera que vivir en los barrios pobres. Tenía que mudarme, me repetía; pasar el resto de la vida encerrado y solo en una pocilga de granito era mucho mejor que caer en las manos de mis adoradores.

Angustiado pasé el resto del día y toda la noche sin dormir y me atormentaba una proceritas de pensamiento. Pero en un instante de tiempo busqué la calma y me dije que no había por qué padecer pavor ni substillo, puesto que era imposible que esos vir nobilis fervientes supieran dónde quedaba mi sector de retícula y, mucho más, el sitio específico de mi espacio viviente. Además, el único que me había visto, el homo Manuel Lombardo, progresaba en su ocasus. Por lo tanto, tomé una decisión audaz y desafiando mi querimonia para no caer nuevamente en la patología ansiosa de hace unos años, salí a la vía pública hoy muy temprano a la mañana para dar un pequeño paseo y lograr, de ese modo, calmarme definitivamente. Además, a esa hora la vía estaría casi desierta. Y yo, la verdad, no soportaba más mi cabeza sin casco: necesitaba atmósfera. Así pues, abrí el cerramiento térmico y la malla protectora de plástico, salí del espacio viviente y empecé a caminar lento sobre los circuitos peatonales.



III

Y fue una decisión equivocada: a escasa distancia de mi espacio viviente, no entiendo cómo, un grupo de aquellos vir nobilis me interceptó y me metió a la fuerza en este transporte particular.

Ahora, voy viajando junto a ellos.

Todos permanecemos en silencio; yo no me atrevo al colloquium. Estamos viajando por el sur de la ciudad y nuevamente llueve microcuerpos negros. Ya cruzamos el río por la terraza deslizante de Puente Alsina y ahora lo bordeamos del lado de provincia, por la colectora del circuito apertus "Gregorio Lamadrid".

Un homo, por fin, dice:

—Llegamos.

Detienen el transporte, destraban las puertas plásticas y me obligan a descender.

La tormenta parece encarnizada con nosotros.

Uno de los vir nobilis me conversa:

—Somos fraters de Manuel Lombardo. Él nos ha explicado sobre usted: "Y me mostró un río de agua de vida, clara como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero".

Los cinco vir nobilis fervientes me miran y detrás de la cortina de microcuerpos que cae incesante, veo sus ojos desorbitados y dementes.

Tengo miedo de que me tiren al Riachuelo.

domingo, julio 09, 2006

intermori, demori, decedere, obire, eppetere, perire, interire

Hacia el continuo paso empecé a conversar con la nada, primero tímidamente, después con disserto pluvial, a vos te hablo pronunciaba mi discurso al invisible, amperítico del campo arrastraba sílabas de la bestia recalesca, inexpresivo sobre mi rostro expresivo, la romería y el río de mí en el obbrutesco de las facciones, campo inevitable, campo irreparable, la cara se ha transformado en una postura de ademanes paralizados, marino del olvido por fin he llegado, caminante negro-blanco como esta meseta deslizante, muerto, ausente como un hombre de fotografía, intermori, demori, decedere, obire, eppetere, perire, interire polimorfo y narrador canino del paisaje extranjero, del campo y la noche.

Noctámbulo, noctívago en la sala de la gran pampa dolía el estómago, dolía el pecho en la caminata abovedada, dolía el brazo, pensaba cómo era la chica gótica, no me acuerdo cómo era esa chica, me concentraba pero cómo era esa chica, endocrinaba la hipófisis pero cómo era esa chica, secretaba la antidiurética pero cómo era, cómo me miraba, era una noche de primavera, esa chica dónde está, caminaba, dolía, me aplastaban los hectopascales, pero cómo es posible que no me acuerde, dolía el estómago, la gente rezaba, la gente lloraba, cómo era, la baldosas se quebraron, a las personas se las tragó la multitud, se las tragó el aire lacrimógeno, después el pasto duro de la Plaza de Mayo, y el hipotálamo me quería devolver los besos que le regalé a esa chica, que sangra, que chorrea el cefalorraquídeo en la hemorragia interna de la memoria, pero cómo era, tan joven, tan linda, cómo era esa chica pintada de negro, noctámbulo dolía el brazo, noctívago me acosaba el invisible, pero cómo está, hombre campo, hombre nada, ¿está bien?, ¿podré verla?, ¿podré recordarla al menos?. La gravedad se desmenuza, hombre campo.

sábado, julio 08, 2006

jueves, julio 06, 2006

Circunstancia

Lo más extraño de mi vida es esta costumbre de escribir tantas horas, tantos días, en tiempo frío, en cálido, en el barrio o en el centro, dedicar la vida y el cuerpo a la silla y la pantalla, irme del campo, de las aguas significativas y del cielo definitivamente, y preferir, qué curiosa palabra, el techo, la pared y la puerta cerrada, apenas mirar de vez en cuando por la ventana, Villa Celina, Haedo, Boedo, Flores, la panadería de enfrente, el supermercado, en mano a mano con la inconsciencia, entintada de la consciencia flotante, del recuerdo infantil, interpretador apoyado en la biografía, por eso quisiera saberlo y agradezco, de antemano, si alguien me lo explica con detalles, no tanto la pasividad de mis amigos que no dicen nada ni me aconsejan al respecto, en forma, en contenido, con instrucciones exagerando afecto, sino la decisión del pibe de barrio que pone los dedos en el enchufe para conseguir la escritura que lo hace palpitar, un invento que bucea el hipotálamo y la última cavidad, que da resultados evidentes: Blanco, Blanco, fluye despacio pero derrite, Blanco, ese largo aullido, mucho tiempo, hombre llora, Blanco absoluto, nadie se entera, Blanco, a veces se ríe, pero siempre, alta mar, llora, Blanco nido de escritores, Blanco cómoda habitalidad, Blanco como tumba cerrada y negra, Blanco final, de la imaginación, de la referencia, ya de la creencia, ya de la intuición, Blanco pulso que late en el teclado y en el mousse, que se mete en la mano y después sube por el brazo para infectar el corazón con taquicardia lenta, en las entradas nuevas de la sangre vieja, posteadas en un alojamiento simple, bajo costo para la comunidad, alto precio individual del sensible monomaníaco, del angustiado sensible monomaníaco.


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1-Ropero, 2-Lluvia, 3-Seco, 4-Puerta, 5-Piel

La musiquita

Una mañana, mientras aún dormía, escuché por primera vez la musiquita. Los sonidos parecían silencios y los silencios sonidos. Cuando desperté completamente, ya no estaba más, aunque el eco se me quedó pegado todo el día, tanto en los viajes como en el trabajo.

En las mañanas siguientes la musiquita volvió a la vereda que da a mi ventana y hablaba sola. Yo estaba fascinado. Y tanta fue mi alegría que empecé a levantarme más temprano de lo habitual, para estar más lúcido y oír mejor. Al principio, me despertaba apenas un rato antes, pero con el correr de los días ese rato fue en aumento debido a la ansiedad por escucharla y así la vigilia se fue tragando, poco a poco, a las horas del sueño. Una hora antes, dos horas antes, tres horas antes, parecía un perro sentado con paciencia, mirando fijamente la puerta del hombre que le da de comer.

El problema no se hizo esperar: el cansancio empezó a afectarme y en el trabajo andaba muy distraído. Una vez —cosa que jamás había sucedido—, me dormí sobre el escritorio de la oficina.

Empecé a ponerme de mal humor. Y no sólo eso, también me enfermé. Un día, después de escuchar la musiquita, todavía con cierto placer, sentí escalofríos y un fuerte dolor de cabeza. Tuve que llamar al médico, que me aconsejó reposo y unas vitaminas porque me vio muy débil.

Pasé toda la tarde en cama, pero no pude pegar un ojo de tanto pensar.

Aunque traté de relajarme, a la noche tampoco conseguí dormir, pensando que la musiquita iba a despertarme y que mi situación no vería mejoras. Si seguía así, podía perder el trabajo. Realmente ya estaba muy molesto.

Cuando el primer sol se coló por las ranuras de la persiana, la musiquita, como siempre, vino a visitarme. Enfurecido abrí la ventana y le grité:

—¡No quiero que vengas más! ¡No te das cuenta que no me dejás dormir!

La nena se puso a llorar y salió corriendo. Se metió allá, en la verdulería de la esquina donde trabaja el padre.

Ahora estoy en silencio y la verdad que me siento solo y aburrido. Por eso estuve tratando de imitarla.

Pero la voz no me sale.


incardona

martes, julio 04, 2006

Canción para muertos

Busqué ediciones que pasaran desapercibidas y las llevé conmigo a la casa que poseo en la periferia, secretamente, a través de callejones solitarios, noche a noche, a paso lento, escondiéndome tras los árboles y las columnas, hasta juntar un número considerable. Algunas contaban historias; otras reflexionaban; aquellas, científicas, trataban de confirmar hipótesis a través de métodos aceptables; éstas, desvaríos de la imaginación, incentivaban la mentira en sus formas más atroces.

Me tomé la libertad de reunir todos los cuerpos en la gran sala de mis invenciones; allí extraje de cada uno la página más conveniente según el caso: una oración sobre la luna, un diálogo en el parque, un relato antiguo, otro infantil, teorías acerca de la conducta humana, cálculos matemáticos, teoremas, una alegoría del infierno, una metáfora del cielo, la descripción de un paisaje otoñal, deducciones, inducciones... Después, una vez que los fragmentados textos quedaron parcialmente unidos en uno nuevo, en el fragmentario bosquejo de mi creación posterior, que sería la verdadera, la maravillosa criatura, la nueva palabra, ejecuté el siguiente paso, el paradójico y esencial paso de este histórico viaje: borré prolijamente todo el bosquejo hasta dejarlo blanco, sin manchas anteriores, confinando las letras pasadas a la zona invisible de lo que ya no está, pero que, por haber estado, perdura. No está, pero se mantiene allí. Esas palabras, extraídas de la diversidad de una biblioteca heterogénea, fueron el alma del libro y de mi plan; fueron el conocimiento que, aunque vedado de las imágenes de la conciencia, cumplió la función de ejercer una memoria original, una suerte de instinto necesario para la existencia eficaz del nuevo Adán que estaba por crear.

Ultimé detalles: cosí las hojas al lomo, fileteé las páginas, corté los bordes sobrantes de la tapa. Así pues, estaba listo, mi libro estaba listo para ser escrito.

¿Pero cómo debería escribirse? ¿Acaso tendría que recurrir, como cualquiera de esos narradores y poetas idiotas que pululan en esta época, a una lapicera vulgar, a un teclado, a la tinta común y corriente? ¡No, señor! ¡Dios me libre y me guarde! Yo, nuevo Prometeo de la palabra, que acababa de lograr un cuerpo nunca visto y un instinto fuera de toda experiencia, no podía ni debía cometer un sacrilegio así. Eso sería echar tierra sobre mis propios ojos. No, señor. Esta obra tenía que ser escrita de otra manera: pluma y tinta capaces de engendrar verdaderos símbolos; nada que se componga de esa larga lista de infamias a las que nos tienen acostumbrados y que para colmo tienen el tupé de llamar literatura. ¡Literatura! ¡Literatura! ¡Pero por favor!

¿Cómo debería escribirse?

Pensaba y caminaba dentro de la casa, yendo y viniendo por los corredores y las salas, subiendo y bajando escaleras, asomándome de vez en cuando por las ventanas, buscando la manera exacta de completar mi obra. ¡Mi obra! ¡Mi querida obra! Tenía que verla:

¡Ah! ¡Mi arte! Allí estaba, esperando ser escrito, recostado y aún inerte sobre la mesa principal de mis experimentos. Mis ojos brillaban de orgullo: una materia perfecta por donde se la mire, producto toda ella de una combinación magistral capaz de lograr lo nuevo a través de la mezcla de elementos preexistentes y antagónicos, receta que solamente a mí estaba destinada, un premio a la iluminación y la curiosidad sin límites, al esfuerzo y la perseverancia, a la valentía que ha desafiado las leyes de la tradición en pos de una nueva, de una tradición inédita y original que ahora sería fundada en este Adán amasado con el barro de los muertos y moldeado con técnica impecable a través de mis manos.

Pero aún faltaba completarse. ¿Cómo? ¿Cómo debería escribirse?

¿Cómo debería...

Miraba el techo, pensando.

¿Cómo...

Las ideas siempre llegan de repente, sobre todo las grandes ideas, que suelen ser producto de la casualidad, de un accidente o simplemente de una revelación espontánea. Mi caso fue este último. De golpe estaba gritando de alegría. ¡Ah! Mi excitación no tenía límites. ¡Por fin! Saltaba y corría de una pared hasta la otra. ¡El libro por fin había encontrado su destino de grandeza!

Hice los preparativos necesarios para la escritura y esperé la tormenta.

Pasó un día, pasaron dos, tres. No quería inquietarme, y manteniéndome siempre ocupado, atendía, vigilante, una y otra vez el cuerpo de la criatura; lo limpiaba de polvo y lo cuidaba de los bichos y los gusanos que pudieran rondarle.

Pasaron cuatro, cinco. Comprobaba incansablemente que nada fallara, haciendo pruebas y revisando la maquinaria: el malacate, el montacargas, las cadenas, la apertura plegadiza del techo, el pararrayos, todo los elementos del dispositivo.

Pasaron seis días, ¡siete!, y nada: la voz del cielo estaba muda, oprimida.

Empecé a hacer suposiciones. Es que no era común en aquella época del año que esto pasara. Parecía hecho adrede, como si Dios estuviera celoso de mí. ¿Será posible? Entonces maldije, ordené, invoqué y hasta rogué, debo confesarlo, que las nubes encapotaran el cielo de una buena vez.

En la noche del séptimo día el cielo finalmente gritó.

—¡Maravilloso! —respondí con entusiasmo a las alturas.

Me puse los guantes y me calcé las botas de goma; el mameluco lo llevaba siempre puesto. Tomé el cuerpo virgen del libro y lo levanté cuidadosamente de la mesa para ponerlo sobre el montacargas. Las primeras gotas empezaban a caer.

Sujeté a la criatura y moví las palancas. Así nos elevamos, juntos, hasta la apertura abierta del techo. Las hojas de los árboles delataban desde el parque la fuerza extraordinaria del viento.

Una vez arriba encadené el libro al pararrayos que previamente había montado, y separándome provisoriamente de él, bajé con el montacargas para resguardarme en la sala y ver desde allí el fabuloso espectáculo de aquel nacimiento, de aquella escritura inédita y perfecta.

Con ojos llorosos por la emoción contemplé su primer bautismo, de agua, pero a éste seguiría el otro, el bautismo de fuego del rayo.

¡Trrrrrgggggggggggfffffffffffffffggggggggggggggggrrrrrrrrrrrrrrrrrtrrrfffffgggggggggggggggggggggg ggggf gggf ggf ggg!

¡Pluma-rayo que escribes con tinta eléctrica las páginas del nuevo Prometeo de la palabra!

La cabeza arrancada de un libro, los ojos de otro libro, los brazos arrancados de allá, las piernas de más allá, todas las partes de su cuerpo se unían y completaban en uno nuevo y diferente. Adam Kadmon, primero y primigenio de su especie, cobraba movimiento y se llenaba seguramente de los más preciosos símbolos jamás utilizados hasta ahora.

Activé el montacargas y fui al abrazo de mi hijo, que lloraba, repleto de vida.

¡Oh, Dios! —Grité espantado—. ¿Pero qué es esto? ¡Un monstruo! ¡Mi hijo! ¡Mi hijo es un monstruo!



incardona

El hijo de la maestra
















Para leer acá, en El Remisero Absoluto.

lunes, julio 03, 2006

Sexo















Para leer acá, en Fideos con manteca

Ratus ratus













Era muy temprano y ya empezaba el día de trabajo.

Una rata que se movía debajo de la mesa y de las sillas pasaba desapercibida.

El científico le hizo señas al secretario y éste hizo entrar al primer postulante.

El científico le preguntó:

—Si pudiera viajar en el tiempo, ¿a dónde iría? ¿Al pasado o al futuro?

El postulante pensó un momento y luego respondió:

—Al pasado, porque el pasado existe seguro; el futuro no sé.

La rata, siempre sin ser vista, los miró con desprecio y se retiró, desapareciendo por una grieta oscura de la pared.

domingo, julio 02, 2006

El primer cuento que escribí en mi vida

Es verdad que cuando uno se mete en la compulsión de contar, escribe aún cuando no está escribiendo. Me refiero a una suerte de escritura imaginaria, en los juegos infantiles, en los viajes en colectivo y en subte, en la introversión del caminante. Pero, más allá de eso, este textito que publico por primera vez (aunque hace tiempo que lo transcribí del papel al word), es también lo primero que escribí en forma de cuento, con la intención consciente de que fuera un cuento, allá en la adolescencia. Hasta ese día sólo escribía poemas y canciones. Se me ocurre, ahora, y remarco el ahora porque es posible que cambie de opinión en cualquier momento, que esto tiene trascendencia para mí.
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El primer cuento...
Triángulo amoroso

Un hombre mira a una mujer. Tiene un cuchillo en la mano. Lo hunde en su propio pecho, se abre un gran tajo y arranca violentamente su corazón. Luego se lo tira por el aire.
El músculo viscoso queda pegado en la mejilla de la mujer.
El hombre se ve con el pecho abierto, y el reloj avanza una hora.
Los dos están quietos, observándose.
Alguien golpea la puerta. Ella le dice:
—¿Podés ir a abrir, que tengo un corazón pegado en la cara?
—No, yo tampoco puedo, porque tengo el pecho un poco descubierto.
El reloj avanza una hora más. Alguien sigue golpeando la puerta. Ella le dice:
—Me cansé de escuchar ese maldito golpeteo en la puerta. Ya es suficiente con el que siento sobre la mejilla.
—Bueno, abrí.
La mujer va hacia la puerta, la abre, y el portero, sin darse cuenta, la golpea en la cara. El corazón revienta, esparciéndose la sangre por todo el ambiente.
Ella se da vuelta y le dice al hombre:
—Siento decirte, querido, que el portero te ha roto el corazón.
jdi, 1989

sábado, julio 01, 2006

Piel

Debería quitar los moretones de mí, los lunares, la piel general, la masa compuesta de masa, casa en venta y rescoldo, quitarme de encima, ser un hombre sin tacto, que el fuego despegue la segunda piel y mi voz se libere de la anatomía, pero es imposible, no puedo, apenas me sostiene esta silla usada de la feria, acá soy una imagen atrás de la computadora, chiquita como una calle entre edificios altísimos, tan desolado volumen, incidente de bichos en un pasto extraño, ignorado por todo el mundo, que si te doy mi amor de noche en las baldosas rojas, amarilla la luna me parece, una fiebre, un delirio intolerable tu no, tu no, tu no, resulta un sol blanco tu no de invierno entre gatos, un grito más otro grito salvaje pero humano, y toda la risa que juntamos ahora se la traga la mierda, se van al río los minutos memorables y el invento feliz, acumulación de miseria, tu sí que siempre fue no porque ahora es no, ovación terrible, en la avenida de los sentados, eh, mi pálpito, del mendigo, eh, mi boca, la invasión de los espectadores tu cara, ¿que no?, ¿qué no?, acaso no subís a la calle fuera de casa, eh, qué me decís, hocico mudo, no me decís nada, eh, no querés, ajajá, me saludás lejos, ah, debería darme vuelta y ver donde no sos pero no, una pura verdad como tu no, ideal del otro, de los nervios, a cada momento, separado del principio, hombre interior, comprometido en un orgullo.

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